Mujer fatal, muy a su pesar



«Ésa es una película con suerte. Tenía un argumento pésimo, lo que llamamos en Hollywood un “sintético”, un argumento hecho con retazos de otras películas; sus protagonistas no eran los favoritos del público y fue filmada con poco dinero. Sin embargo, fue un hit. Anduve con suerte.»
Charles Vidor, director de Gilda, en El cronista de cine, de Guillermo Cabrera Infante


Hay algo que diferencia al personaje interpretado por Rita Hayworth en Gilda del resto de las mujeres fatales del cine negro norteamericano de los años ´40 y ´50. Pensemos, por ejemplo, en el pérfido personaje que interpreta magistralmente Barbara Stanwyck en Perdición, o en el de la insidiosa Lara Turner en El cartero siempre llama dos veces, por citar solo dos de los casos más conocidos.

Famosa escena del streap-tease de la época
Y es que, la mujer fatal en el cine, habitualmente suele ser un personaje con una ambición desmedida que desea el dinero, el poder o ambas cosas a la vez, y que utiliza la atracción sexual sobre algún pobre incauto como medio para conseguirlo.

Véase, si no, cómo acaba el desdichado agente de seguros interpretado por Fred MacMurray en Perdición, o el pobre infeliz de El cartero siempre llama dos veces, que no tiene dónde caerse muerto antes de llegar a la gasolinera donde quedará sellado su destino para siempre.

Como muestra de esta actitud tan perversa y egoísta, pensemos en el simbolismo implícito que subyace tras el progresivo cambio de Jane Greer en la emblemática Retorno al pasado, de Jacques Tourneur: del blanco inocente y puro de la primera escena pasamos al negro del ángel caído de la última, cuando su ambigua naturaleza ya no es un secreto para nadie, ni siquiera para el protagonista que encarna Robert Mitchum.

Cartel de Gilda
Sin embargo, este no es el caso de Gilda, que a pesar de su indudable apariencia ambigua desde la primera escena de la película en la que aparece Rita Hayworth, posiblemente sea el caso más conmovedor de mujer fatal en la historia del cine.

A diferencia de otras mujeres fatales de Hollywood, Gilda no persigue el dinero ni el poder -de hecho, desde el principio de la película, se hace saber a los espectadores que ella ya tiene colmadas todas sus ambiciones, al estar casada con un hombre oscuro y poderoso que se dedica a asuntos bastante turbios-, sino que anhela el amor auténtico por encima de todas las cosas, personalizado en la figura del inefable Johnny Farrell, interpretado magistralmente por Glen Ford.

Es el amor, que siempre le ha sido tan esquivo, y no la ambición personal, lo que está detrás de todos los actos de Gilda, incluida la famosa escena del guante, y se diría que es una mujer dispuesta a todo para llegar a conseguirlo.

Cartel original de Perdición
Hay un diálogo crucial en medio de la película, justo cuando se está celebrando el carnaval y el bullicio festivo llega desde la calle al dormitorio de Gilda, en el que esta le confiesa a su empleada del hogar que ella nunca ha querido ser una mala persona, y que la culpa de todo hay que buscarla en su pésima suerte, que la ha empujado irremediablemente a la desdicha.

Gilda representa una agradable y enternecedora anomalía dentro del catálogo de mujeres fatales que, tras la II Guerra Mundial, pretendía mostrar al conjunto de la sociedad las nefastas consecuencias que conlleva alejarse del camino de la virtud para adentrase en los caminos de la perdición -como reza la traducción española de la película de Billy Wilder, que en su inglés original es Double Indemnity.

Unos papeles que tan magistralmente supieron interpretar actrices como Ava Gardner, Barbara Stanwyck o Jane Greer. Papeles emblemáticos que han permanecido inalterables en nuestra retina y que tan buenos momentos nos han regalado a los amantes del género negro.


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